© 2006 Alan Wahnish. El ojo en la viga.
Posadas, Misiones, Argentina.
Índice
Introducción
Cap. I Aportes de la teoría psicoanalítica a la dominación simbólica.
Cap. II La dominación simbólica mediatizada.
Cap. III Globalización y el fin de la democracia.
Cap. IV Síntesis expositiva.
Introducción
Cuando alguna puerta a la que llamé no se abrió, entré por la ventana. Lo gracioso es que, una vez adentro, los habitantes me consideraban de la familia y ahí nomás salía corriendo.
Para que la frasecita no peque de metáfora con aires de jocosidad contestataria, explico que esas puertas simbolizan accesos a diversos ámbitos de ingreso restrictivo, pero nunca bien definidos ni en sus límites ni en sus requerimientos (a veces basta con una simple credencial).
Quiero decir, estás puertas no necesariamente constan de porteros, algunas permanecen abiertas y otras son meros pasillos entre compartimentos mayores. Lo que sí es cierto, es que no hay edificios o habitaciones a inaugurar y que quienes se encuentran allí ejercen derechos parecidos a los de los propietarios de estancias, derechos emanados de la misma posesión del ámbito y todo lo útil que en él se encuentre adopta, para estos patroncitos, categoría de hacienda.
De estos ingresos forzados, en el primer capítulo veremos el que realicé sobre el psicoanálisis, un sótano que en su popularidad tiene aires de terraza, pero que la incorporación de sus términos y conceptos en el lenguaje de uso ha logrado legitimar algunos aspectos de la dominación simbólica, principalmente en las relaciones laborales y de consumo.
En el segundo capítulo trataré de esbozar la contundencia con que los medios de comunicación imponen el discurso público. Si bien ello podría resultar evidente, en tanto que en Argentina los medios están en poder de un monopolio, existen rasgos de resistencia en los medios alternativos y de la pretendida “competencia” de ese monopolio que lo obligan a ciertas prácticas de ilegalidad para lograr su imposición.
En el tercer capítulo trataré de recorrer los grandes salones de los que se ha apropiado la denominada “globalización”, principalmente su efecto sobre la pérdida de soberanías estatales y la vulneración de los sistemas democráticos.
En fin, Buena Lana pretende hacer una visita por el hotel de las relaciones de poder. Relaciones donde la legitimidad del mando es poco clara, insuficiente o lisa y llanamente inexistente, pero también, como el discurso sobre el cual se sostienen estas relaciones es parte de una estructura que inicia sus acciones desde lo individual (creación de un ideario de comportamiento social no contemplado en las normativas de organización), son asistidas y guiadas por los mass media como modeladores de la racionalidad de ese ideario y concluyen en la legitimación de la apropiación de los recursos (materiales y simbólicos).
Buena Lana, una manera de entender el por qué estas ovejitas festejamos el día de esquila,sin protestar y orgullosos de dar tan buenos beneficios al pastor.
Capítulo I
La incorporación de los conceptos Freudianos en el lenguaje de uso provocó cambios sensibles en el modo de las relaciones sociales en todos sus niveles de comunicación y de conducta. Si bien es la teoría con más supuestos, el grado de verosimilitud que la sociedad le otorga le ha permitido prosperar lo suficiente como para internalizarse en la vida cotidiana.
Si bien el mencionado grado de verosimilitud es factible de ser explicado coherentemente, esa es tarea de sociólogos y semióticos[1], aquí plantearé las principales críticas que se realizan a la teoría y por consiguiente a su grado de veracidad (defendido por algunos relativistas), para luego tratar de mostrar cómo, aún en este marco, el discurso hegemónico se nutre de la teoría para el provecho de sus procesos de dominación simbólica. Advertirán, al menos intentaré que lo hagan, que aquí en la Argentina las dimensiones de su poder de referencia sean equiparables al de las religiones o la educación formal.
Podemos elegir diferentes perspectivas para abordar un análisis de la conformación científica de la Teoría Psicoanalítica y todas ellas, tarde o temprano, nos guiarán a la misma conclusión: no es una teoría científica. Una conclusión que no debería causar la más mínima de las alarmas, puesto que no afectaría en nada su funcionalidad ni ejercicio didáctico, sin embargo son notables los esfuerzos dirigidos en pos de lograr su legitimidad dentro del mundo científico.
Entiendo que ello, por una parte, es una de las pruebas más claras de la necesidad de su imposición que tienen los defensores de la teoría y digo esto porque es evidente que sin esta aceptación su ámbito de acción se vería reducido o acotado a zonas grises que la emparentarían con, pongamos por caso, la astrología. Pero por otra parte y principalmente, esta inclusión le permitiría desplegarse en las normativas institucionales para constituirse en el referente y/o constructor de sentido común más divulgado (lo ha hecho sin necesidad de ello y sólo gracias a su inutilidad terapéutica es que nos hemos salvado de un genocidio).
Sin embargo esta pretensión no puede soslayar algunas críticas que provienen de diferentes corrientes de pensamiento, tanto las empiristas y pragmatistas como las del constructivismo social y afines. Para entender el verdadero alcance de esta puja por pertenecer, es conveniente trazar un breve recorrido por las críticas al psicoanálisis
La teoría de Freud genera desconfianza por su apariencia de simple resignificación de conceptos reagrupados en una estructura, inocentemente homuncular y con pretensiones de sistema.
Esa desconfianza casi intuitiva del que ignora algo es la misma que lo empuja a querer conocerlo y este sentido casi espiritual del deseo de conocimiento, paradójicamente, es uno de los motivos por los cuales Popper no queda en el olvido. En principio, es menester, una breve descripción del enfoque de Popper acerca de la investigación científica, para ello enumeraré los ejes sobre los que se sostiene la misma[2]:
a.- El carácter de la investigación científica es racional.
b.- Las afirmaciones de la ciencia no pueden ser demostradas. Las hipótesis científicas no son verificables, no se puede probar que sean verdaderas y ni siquiera otorgarles grados de probabilidad (dado que según el cálculo de probabilidades, todas las teorías tienen probabilidad igual a cero).
c.- Las teorías pueden ser refutadas (en ciertas condiciones) por los resultados empíricos.
d.- Todos los enunciados de la ciencia están cargados teóricamente; el lenguaje teórico y el lenguaje observacional no impide la existencia de un lenguaje común, sobre cuya base permite la comunicación entre las comunidades de investigación (aún cuando sus programas de investigación sean rivales).
e.- Los procedimientos metodológicos son valores internos de la ciencia.
f.- Debe preservarse el poder predictivo de las teorías, su consistencia y particularmente la objetividad del conocimiento.
Ahora sí, vayamos a las críticas epistemológicas. Según Popper, la teoría es infalsable porque cualquier evento es interpretado como confirmatorio. Cuando un hecho parece contradecir una hipótesis, se la reinterpreta para poder sostenerla. Esto que a todos nos resulta evidente, Popper lo planteó con la gravedad que conlleva suscribir este tipo de conocimientos en el ámbito del pensamiento científico.
Esta imposibilidad de falsarla tiene un carácter estrictamente dogmático, dado que frente a un evento que parece refutar una hipótesis, se reinterpreta esta última para poder sostenerla. Por ejemplo, si la hipótesis de una neurosis se apoya en traumas sexuales infantiles y el paciente niega haberlos tenido, la misma sostiene que los traumas fueron reprimidos por el paciente, más aún, si hay pruebas contundentes de que ese hecho nunca ocurrió y que por consiguiente el paciente no reprime nada, la hipótesis se sostiene apoyada en la fantasía inconsciente. Es decir, para seguir sosteniendo la hipótesis la teoría permitió dos caminos hacia lo infalsable.
Desde la perspectiva del falsacionismo, esta posibilidad que tiene el psicoanálisis de responder a todo es su mayor debilidad, puesto que una teoría es más útil cuanto más se arriesga a fallar. Del modo en que se plantea el psicoanálisis debería ser considerado como una ontología, la cual uno puede elegir adoptar o no según el grado de verosimilitud que le otorgue. Entonces, el psicoanálisis es infalsable y no es ciencia.
Ahora, según Grunbaum es infalsable en el contexto analítico, en tanto que éste sólo permite confirmaciones de la teoría(corrompida por la sugestión), pero cree que podría ponerse a prueba fuera de ese contexto.
Wittgenstein, por su parte, centra su crítica en el carácter especulativo, es decir considera toda la teoría como la antesala de hipótesis científicas, así como lo fue el animismo para la biología.
Lo evidente en la postura de Freud es que es anti-empirista. Dado que evita todo contraste con la experiencia buscando solamente confirmaciones en sí y reinterpretando la evidencia contraria de modo favorable. Hay un rechazo normado (internamente) a la discrepancia y un método de teorización que se guía por criterios literarios. Su construcción teórica tiene una apariencia sólida, desde un punto de vista conceptual (coherencia lógica) y literario (es persuasivo).
Para algunos (como Klimovsky) esa coherencia lógica y literaria es suficiente para aceptar la teoría, pero hay otros criterios más importantes, en los cuales la teoría resulta problemática: criterios pragmáticos (la ineficacia para tratar los problemas), empíricos (la falta de contrastación experimental y de diálogo con otras teorías y disciplinas) e incluso éticos (los prejuicios esencialistas y etnocéntricos, el mito de la neutralidad).
La riqueza literaria y retórica en la descripción de casos puede resultar persuasiva, pero no reemplaza a la investigación empírica. La postura de rechazo a la investigación empírica bajo el argumento de oponerse a establecer leyes en nombre de la particularidad es incluso contradictoria: el psicoanálisis acepta leyes universales (no podría evitarlo) pero no las pone a prueba. La neutralidad es imposible, y la teoría es acrítica respecto a sus propias leyes (edipo, castración, tópicas, teorías sexuales, deseos inconscientes). Dicho de otra manera, el psicoanálisis presenta una estructura que lo define como una ontología y no como una teoría.
Esta primera aproximación debería, por lo menos, convencernos de que nuestra desconfianza primitiva posee bases suficientes para no incluir al psicoanálisis en la esfera de los conocimientos científicos. La idea de inconmensurabilidad de Thomas Khun (una analogía con la teoría de la percepción desarrollada por la Gestalt) permitiría la existencia de un problema de comunicación de la teoría, pero esto no resiste ni el más vulgar análisis semiótico, sin considerar que el mismo Khun este año[3] en su alocución “El camino desde la Estructura”[4] casi ha destrozado su propia idea.
Continuando con las críticas, cada vez que se intentó poner a prueba experimentalmente partes de la teoría, las hipótesis no recibieron apoyo empírico. La ausencia de evidencia experimental favorable es admitida tanto por partidarios como por opositores (Eysenck, Kline, Fisher y Greenberg, Kihlstrom), y estos resultados se interpretan como un reclamo de mayor investigación en el mejor de los casos, y en el peor como señal de que sería mejor investigar hipótesis rivales más plausibles y dejar a la teoría como un recurso heurístico.
Y a partir de aquí empezaremos a ver lo que en el fondo quiero señalar. Los defensores del carácter científico del psicoanálisis para evitar que la contrastación empírica aleje demasiado los resultados de la teoría, rechazan los métodos de contrastación utilizados en otras disciplinas de conducta y transforman a la disciplina en una especie de dogma, cerrado al cambio y a la investigación, aislado del resto de la psicología, cuya tarea fundamental es preservar la fidelidad a los textos fundadores. Es decir, aún por fuera de la teoría se recurre a conceptos emanados de ellas (en este caso el “criterio de autoridad” propuesto por Freud) y se los antepone al desarrollo de investigaciones y tratamientos.
El problema ahora es poder detectar el proceso de trasposición, su constitución modelizante y la funcionalidad en los procesos de socialización discursiva.
El mecanismo de preservación que he detallado, fue incorporado en todas las situaciones comunicacionales de las relaciones interpersonales y mediáticas de nuestra sociedad, convirtiéndose en un gran escollo para la distribución de los bienes culturales surgidos del conocimiento científico, quedando estos en poder exclusivo de sus productores y, en gran parte, volviéndolos inocuos en el desarrollo social.
Quienes se abonan a ésta postura, hacen imposible la concreción de un espacio crítico. Sin posibilidad de crítica, el diálogo es preexistente, es un guión a respetar por los ocasionales interlocutores como si fueran actores de una obra preestablecida (divina o teórica).
Esto que podría plasmarse en un modelo de validación automática para cualquier discurso coherente y de este modo favorecer una pluralidad de opiniones coexistentes (aunque cada cual en su ámbito de actuación), lejos de ello se refleja como discursos “autorizados”. Y el asunto es qué o quién lo autoriza.
Para desandar el cuestionamiento debemos recuperar nuevamente algunas críticas sobre la teoría. Cuando desde el constructivismo social se señala la estructura conceptual del psicoanálisis como etnocéntrico, se revelan dos características fundamentales: primero la mencionada falta de neutralidad y luego la aplicación o función pre-formativa. Este segundo punto es el determinante a la hora de autorizar el discurso, puesto que solamente el individuo freudianamente apto podrá elaborarlo.
Lo propiamente psicoanalítico carece de valor científico. Si la razón es, como dice Russell, el intento de averiguar la verdad en lugar del intento de probar que lo que deseamos es cierto, entonces las fallas del psicoanálisis son ejemplos de fallas en la racionalidad.
Esta es una cuestión incluso más básica que la cuestión de la cientificidad: ¿hay buenas razones para adoptar el psicoanálisis como método de investigación, como tratamiento o como teoría?. Y por extensión ¿hay buenas razones para legitimar o deslegitimar los bienes simbólicos de una sociedad? ¿es necesario un principio de autoridad para calificarlos?.
En este capitulo la intensión fue mostrar cual era la estructura traspuesta a los modelos de dominación simbólica, el análisis de su mecanismo, la profundización de su relevancia y funcionalidad, corresponden desarrollarla en una publicación aparte. Sin embargo el paralelismo de estos modelos con la estructura del psicoánalis son tan análogos que es muy sencillo intuir o inducir estos aspectos.
De hecho, cuando en la introducción usé y abusé de la metáfora acerca de habitaciones, pasillos y ventanas, no lo hice con utilidad facilitadora ni tampoco sarcástica, simplemente intenté seducir coherentemente. Quiero decir, fue apenas un recurso para mantener alguna simpatía sobre lo que proyectaba decir y lo hice porque sé que a Freud le resultó.
¨Asimilamos el sistema del Inconsciente con una gran antecámara en la cual forcejean las mociones psíquicas de los seres vivos. Junto a esta antecámara hay otra habitación más estrecha, como una especie de salón en el cual se hospeda también la conciencia. Pero en el umbral de la puerta que separa estas dos habitaciones vela un guardián que inspecciona cada una de las mociones psíquicas, ejerce la censura sobre ellas y les impide entrar al salón si no le gustan. Puedo asegurar que la concepción de los dos locales, con el guardián que permanece en el umbral que hay entre las dos habitaciones y la conciencia como un espectador colocado en el extremo de la segunda habitación, proporciona una muy buena aproximación del estado real de las cosas“(Sigmund Freud).
[1] Aprovecho para aclarar que no soy semiótico, la confusión proviene de haber colaborado yo en el área de investigación semiótica de dos importantes Universidades Nacionales, pero ésta colaboración fue en los estudios de campo y se me la ha confiado por ser Periodista de Investigación y no semiótico.
[2] Esta enumeración no es arbitraria para referir el Falsacionismo de Popper, por el contrario los elegí por ser conceptos básicos que se ajustan a la evolución de su postura filosófica (el Falsacionismo Sofisticado de Imre Lakatos).
[3] Nota Editorial. El año referido es 1990.